miércoles, 30 de mayo de 2012

La Piedad de Miguel Ángel

La Piedad de Miguel Ángel  
La Piedad de Miguel Ángel  
S.XV
1498 y 1499. 

La obra fue encargada por el cardenal de san Dionisio Jean Bilhères de Lagraulas o de Villiers, benedictino embajador del monarca francés ante la Santa Sede, al que el autor conoció en Roma. El contrato entre Miguel Ángel san Dionisio, se firmó el 26 de agosto de 1498, y en el que se estipulaba,  que el pago seria de 450 ducados de oro,si estaba terminada antes de un año, y en efecto, dos días antes de cumplirse el plazo la obra maestra ya estaba terminada, cuando el cardenal había muerto unos días antes, por lo que su primer emplazamiento fue sobre la propia tumba del prelado en la capilla de Santa Petronila del Vaticano.

El artista contaba entonces con veinticuatro años, y había trabajado los dos últimos en la realización de las figuras de la Virgen con el cuerpo de Cristo en las rodillas y el pulimentado de todos los detalles. Miguel Ángel comenzó por escoger personalmente en las canteras de los Alpes el bloque de mármol más apropiado para realizar la figura, sobre el que después no haría más que seguir los impulsos de su arte como escultor.

El Moisés de Miguel Ángel

                                             El Moisés de Miguel Ángel
Moisés de Miguel Ángel
S.XVI-Roma 
1515
El Moisés, pertenece al sepulcro del Papa Julio II, que se lo encarga en 1505, aunque el artista no lo termina hasta 1515, de un modo muy diferente a como lo había proyectado. El proyecto original consistía en una tumba exenta, a cuatro fachadas, con más de cuarenta grandiosas estatuas, que se colocaría bajo la cúpula de San Pedro del Vaticano. Este delirante proyecto irá reduciéndose por motivos económicos y familiares (ya muerto el pontífice) hasta que Miguel Ángel lo diseña como un sepulcro adosado. Esculpe los Esclavos, alusivos a las ataduras de la vida humana, y la Victoria (que se caracteriza por su cuerpo girado), pero no se encuentran en el sepulcro definitivo, emplazado en San Pedro in Víncoli, dónde sólo figuran siete estatuas: Raquel y Lía, que representan la vida contemplativa y la vida activa, el grandioso Moisés y algunas otras apenas desbastadas.
Cuentas las malas lenguas que, al terminar Miguel Ángel a Moisés, al ser tan perfecto le hizo un boquete en la rodilla (pequeño) para que dejara su perfección.

domingo, 27 de mayo de 2012

Plaza Mayor de Madrid

                                                           Plaza Mayor de Madrid  
la plaza mayor de madrid
El origen de esta plaza se remonta al siglo XV. En ese momento se ubicaba en aquél lugar el mercado principal de la villa, entonces se construyó una primera casa porticada, o lonja, de manera que se pudiera controlar el comercio en la plaza. En el año 1580 Felipe II realizó el proyecto de remodelación de la plaza a Juan de Herrera, empezando así la demolición de las “casas de manzanas“. El levantamiento del primer edificio para la nueva plaza fue la Casa de la Panadería. Esta plaza ha tenido tres incendios grandes a lo largo del tiempo, el primero fue en el año 1631, pero luego volvió a ser reconstruida por Juan Gómez de Mora (uno de los realizadores originales) , el segundo ocurrió en 1670, y fue reconstruida por el arquitecto Tomás Román y finalmente, el tercer siniestro fue en 1790, el cual destruyó un tercio de la plaza, siendo reconstruida por Juan de Villanueva.
                                                                        Felipe III 
En el año 1848 se instaló la estatua ecuestre de Felipe III al centro de la plaza, este monumento fue relizado por Juan de Bolonia y Pietro Tacca en 1616.
Felipe III en Plaza Mayor de Madrid

Rafael Sanzio

                                           Rafael Sanzio
Pintor italiano nacido en Urbino, un destacado centro artístico y cultural, entonces capital del ducado del mismo nombre, conocido como el príncipe de los pintores. Hijo de Giovanni Santi, pintor de poco mérito, pero muy educado y bien conectado en la corte renacentista de duque Federico da Montefeltro, conocido por su protección a las artes. Después de la muerte de su padre (1494), que le había transmitido al amor a su hijo por la pintura y las primeras lecciones del arte fue con Perugino, donde aprendió la técnica de fresco de Pietro de Perugino o la pintura mural, y allí creó su primera obra de distinción, El matrimonio de la Virgen (1504). El aprendizaje con Perugino empezó cuando Rafael tenía 16 años; permanece junto a él hasta los 21. Sus cuadros de esta época recuerdan el periodo cuatrocentista. La influencia de Umbría y del Perugino se aprecia en los amplios paisajes, en los que destacan arbolillos de copas muy claras y hojas menudas, gran simetría en las composiciones y movimientos suaves, rostros redondos, rasgos menudos y expresiones soñadoras. Se trasladó a Florencia (1504), atraídos por la fama de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, que tendrán una influencia considerable en el futuro. Durante esta etapa, Rafael pinta muchas Vírgenes, concebidas al estilo pagano de las matronas romanas, pero impregnadas de devoción y sentido cristianos. Deben destacarse: La Madonna del Gran Duque (Florencia, Palacio Pitti), fechada en 1505, de influencia leonardesca, como casi todas sus Madonas de esta época, en la que apenas se percibe el sentido del movimiento, solamente expresado por un leve giro del cuerpo de la Virgen que, al contrarrestarse con otro del Niño en sentido contrario, suscitan en el conjunto, de tan sencillo modo, la indispensable sensación de movimiento. Admirado por la aristocracia y la corte papal, a sugerencia de su amigo Bramante arquitecto del Vaticano, se le encargó (1508) por orden del Papa Julio II para decorar con frescos las habitaciones del Vaticano, hoy se conoce como las Estancias de Rafael. En los 12 años que pasó en Roma llevó a cabo numerosos proyectos de gran envergadura, en los que demostraba el resultado de una imaginación fértil y variada. Después de la muerte de Julio II (1513), continuó trabajando para el nuevo Papa, León X (1513 a 1517), y con la muerte de Bramante (1514), fue nombrado para sucederle como el arquitecto del Vaticano y dirigió las obras de la Basílica de San Pedro, donde sustituyó la planta de cruz griega, o radial, con una cruz latina más simple o longitudinal. También trabajó en la decoración de las logias (galerías) del Vaticano. A pesar de la enormidad de la empresa, cuyas últimas partes quedaron en gran parte a cargo de sus discípulos. Rafael se convirtió en el pintor de moda, y asume otras tareas múltiples: como crear imágenes, altares, cartones para tapices, decorados de teatro y proyectos arquitectónicos edificios civiles, como iglesias y Sant'Eligio degli Orefici. Tal era su prestigio que, de acuerdo con el biógrafo Giorgio Vasari, el Papa León X había pensado en hacerlo cardenal. Fue nombrado (1515), para supervisar la conservación de valiosas inscripciones latinas sobre el mármol, y encargado general de todas las antigüedades romanas (1517), quien se postuló para armar un mapa arqueológico de la ciudad. Su última gran obra fue la Transfiguración individuales (1517) y el escenario del proyecto (1519) para la comedia que suppositi de Ludovico Ariosto. La característica fundamental de Rafael es su sentido de la proporción, de la medida y de la elegancia, lo que le hace primerísima figura de los cánones renacentistas, y su capacidad para asimilar el estilo de sus predecesores y contemporáneos, pero siempre creando algo nuevo de extraordinaria calidad. Su temprana muerte en Roma a los 37 años de edad, hizo hincapié en el aura mística que rodeaba su figura. Famoso por sus Vírgenes, la serie de pinturas de la Virgen, varios paneles en los muros del Vaticano y varias escenas de la historia sagrada, conocida por las Biblias Rafael, se convirtió en una figura histórica del Renacimiento, un movimiento artístico, científico y literario que floreció en Europa en el mismo período de la Edad Media y la época moderna, del siglo XIII hasta el XVI hasta el lugar de nacimiento en Italia y en Florencia y Roma, como sus dos más importantes centros. Un rápido examen de las diversas actividades de la corta vida de Rafael nos permite contemplar su profunda vocación artística y su afán de superación, manifestados en los sucesivos progresos que jalonan y caracterizan las distintas etapas de su obra. Iniciada ésta en muy temprana edad, no sólo asimila rápidamente con ágil intuición las enseñanzas de los excelentes maestros que brillaron en su tiempo, sino que acertó a impregnarlas de nuevos matices en la composición, el colorido, la técnica en suma, que imprimieron a su obra un innegable sello de propia personalidad. No se concibe, de otro modo, que en plena juventud gozara del favor de los grandes personajes de la época que, como a los maestros ya consagrados, le encargaron obras que han pasado a la posteridad

Leonardo da Vinci

Leonardo da Vinci


Leonardo da Vinci es uno de los grandes genios del Renacimiento, destacando como artista, inventor y descubridor. Nació en 1452 en Vinci, siendo hijo ilegítimo de un notario florentino. Se crió en Florencia y aprendió en el taller de Verrocchio; con seguridad, Leonardo está en el taller de Verrocchio en 1476, como confirma una denuncia en la que se le acusaba de homosexualidad. Con 20 años ya es maestro independiente, interesándose mucho por descubrir nuevas técnicas para trabajar al óleo. Sin embargo, continuó ligado al taller de Verrocchio hasta prácticamente su marcha de Florencia. Su reputación crecía y los encargos aumentaban. En 1482 se traslada a Milán, ofreciendo sus servicios a Ludovico Sforza, Duque de Milán; había marchado a Milán como embajador de Florencia, dentro del plan de los Medici de difusión del arte florentino como motivo de prestigio e instrumento de propaganda cultural. En Milán estuvo durante 17 años, trabajando en variados proyectos de todo tipo, tanto artísticos como científicos, en los que el deseo de experimentar era su principal objetivo. Esto no le impedía realizar encargos ocasionales para Florencia, que frecuentemente dejaba inacabados. Tras la invasión de Milán por las tropas francesas, regresa a Florencia para trabajar como ingeniero militar. Por estos años realizó múltiples disecciones, mejorando y perfeccionando su conocimiento de la anatomía. En Florencia recibió el encargo de decorar una sala de la Cámara del Consejo, que nunca acabó. En 1506 regresó a Milán y al año siguiente entró al servicio de Luis XIII de Francia, para quien trabajó como pintor e ingeniero. Entre 1513 y 1516 está en Roma, pero consciente de que no puede competir con Miguel Ángel acepta la invitación de Francisco I de Francia y se traslada allí, falleciendo en el castillo de Cloux, cerca de Amboise, en 1519. Su producción estuvo marcada por el interés hacia el claroscuro y el sfumato, la técnica con la que difumina los contornos, consiguiendo una excelente sensación atmosférica como se aprecia en su obra más famosa, la Gioconda. Su faceta como dibujante también es destacable, conservándose una gran cantidad de apuntes. Al final de su vida sufrió una parálisis en el brazo derecho que le impedía pintar, pero no continuar dibujando y enseñando. Poco se recuerda de los alumnos de Leonardo, cuya maestría se impuso con diferencia a la de aquéllos que trabajaron con él. Entre sus colaboradores destacan los nombres de Francesco Melzi, Boltraffio, Lorenzo de Credi, Ambrogio y Evangelista de Predis, etc. Leonardo representó una ruptura con los modelos universales establecidos durante el Quattrocento.

Sandro Botticelli


Sandro Botticelli
Su verdadero nombre era Alessandro di Mariano Filipepi. Fue uno de los pintores más destacados del renacimiento florentino. Desarrolló un estilo personalísimo, caracterizado por la elegancia de su trazo, su carácter melancólico y la fuerza expresiva de sus líneas. Botticelli, hijo de un curtidor, nació en Florencia. El nombre por el que se le conoce (diminutivo italiano de la palabra botijo) era probablemente el apodo de su hermano mayor o el nombre del orfebre del que fuera aprendiz. Más tarde fue discípulo de Fra Filippo Lippi. Trabajó con el pintor y grabador Antonio del Pollaiuolo, del que aprendió el dominio de la línea y también recibió gran influencia de Andrea del Verrocchio. Hacia 1470 Botticelli ya tenía su propio taller. Dedicó casi toda su vida a trabajar para las grandes familias florentinas, especialmente los Médicis, para los que pintó retratos, entre los que destaca su Retrato de Giuliano de Medici (1475-1476, D.C.). La adoración de los Magos (1476- 1477,) no fue encargo de los Médicis pero en él pintó a los personajes con rasgos muy parecidos a los de dicha familia. Como integrante del brillante círculo intelectual y artístico de la corte de Lorenzo de Médicis, Botticelli recibió la influencia del neoplatonismo cristiano de ese círculo, que pretendía conciliar las ideas cristianas con las clásicas. Esa síntesis se expresa en La primavera (c. 1478) y en El nacimiento de Venus (posteriores a 1482), dos obras realizadas para una de las villas de la familia Médicis, que hoy se hallan en la Galería de los Uffizi y que, probablemente, son las obras más conocidas de Botticelli. Aunque los expertos no han llegado a la interpretación definitiva de estos dos cuadros, sus elegantes personajes, que forman diseños lineales abstractos bañados por una suave luz dorada, podrían representar a Venus como símbolo del amor tanto cristiano como pagano. Dentro de este ámbito profano también destaca la serie de cuatro cuadros Nastapio degli Honesti , donde recrea una de las historias del Decamerón, de Bocaccio. Botticelli también pintó temas religiosos, principalmente tablas de Vírgenes, como La Virgen escribiendo el Magnificat (década de 1480), La Virgen de la granada (década de 1480) y La coronación de la Virgen (1490), todas ellas en los Uffizi, y Virgen con el niño y dos santos (1485). Entre sus otras obras de tema religioso destacan San Sebastián (1473- 1474) y un fresco sobre San Agustín (1480). En 1481 Botticelli fue uno de los artistas llamados a Roma para trabajar en la decoración de la Capilla Sixtina del Vaticano, donde pintó los frescos Las pruebas de Moisés, El castigo de los rebeldes y La tentación de Cristo. En la década de 1490, cuando los Médicis fueron expulsados de Florencia y el monje dominico Girolamo Savonarola predicaba la austeridad y la reforma, Botticelli sufrió una crisis religiosa, aunque no abandonó la ciudad, donde moriría el 17 de mayo de 1510. Sus obras posteriores, como la Pietá (principios de la década de 1490) y sobre todo la Natividad mística (década de 1490) y la Crucifixión mística (c. 1496) expresan una intensa devoción religiosa, y un retroceso en el desarrollo de su estilo.

Piero della Francesca

                          Piero della Francesca
Su nombre completo era Piero De Benedetto Dei Franceschi. Conocido por su sobrenombre Piero della Francesca, fue pintor del Quattrocento italiano. Nació en Sansepolcro (La Toscana, Italia) en 1416.
En 1439 della Francesca estuvo viviendo en Florencia. Tres años más tarde, en 1442, es mencionado entre los consejeros de Borgo San Sepulcro y, en 1445, siempre en Borgo, la Cofradía de la Misericordia le confía el políptico para su propio altar, comprometiéndole a entregarlo en 1448. En 1466 los frescos de San Francisco no solamente están terminados sino que ya se citan como gloria adquirida del maestro. La cuestión de las pinturas romanas de della Francesca es bastante complicada. Y es que, según Vasari, el artista pintó dos historias en las Estancias Vaticanas, mientras que después, en la Vita de Rafael, se cita solamente una de la que, sin embargo, no se tiene otra referencia. En 1462, el hermano de della Francesca, Marco di Benetto, recibe de la Cofradía de la Misericordia de Borgo quince escudos. Las desigualdades estilísticas entre las varias partes del políptico de Borgo son característica de la obra. Piero della Francesca reaparece en su patria en 1467, y se le confían varios cargos públicos, mientras que, en 1468, está en Bastia, cerca de Borgo, para huir de la peste y para terminar el estandarte de la Nunziata, que es entregado a los cofrades de la Compañía el 7 de noviembre del mismo año. Por lo que se refiere a su obra, es probable que el texto pictórico al que Piero della Francesca, con sus veinte años, debió recurrir con más frecuencia mientras trabajaba con Domenico Veneziano, que estaba finalizando los frescos del coro de Sant Egidio, fuese la Trinidad de Masaccio en Santa Maria Novella. En la Trinidad veía aquellos planteamientos arquitectónicos y espaciales que Leon Battista Alberti formulaba por el mismo tiempo y que le debieron de parecer ya tan exactos y ricos en derivaciones hacia la gravitas monumental que desde entonces los adoptó con calor hasta sugerirle desde sus orígenes algunas correcciones sobre lo que Domenico le enseñaba. Por lo demás, la opinión que todavía perdura de una supuesta coincidencia en Piero de la recóndita ciencia perspectiva de Paolo Uccello, se descarta no sólo por consideraciones cronológicas, sino porque el mismo Piero había elegido como maestro y mentor a Domenico, prefiriéndolo a Paolo, y en consecuencia se había iniciado en Sant Egidio antes que en San Miniato. La primera obra de Piero, la Madona de la colección Contini Bonacossi, fue incluso realizada en estrecha vecindad con Domenico Veneziano. La pieza confirma precisos recuerdos florentinos: el paisaje es de Domenico trasladado a una medida más cierta, a una relación más exacta con las figura; mientras Domenico se abandona ya a una mitología naturalista, Piero vuelve a establecer la equivalencia según Masaccio entre hombre y naturaleza, si acaso, descargando la activa determinación del fundador de la estirpe en una especie de sosegada firmeza, en la solemnidad del ritual rústico. En los años de Arezzo, Piero encuentra finalmente el espacio material que necesitaba para experimentar hasta el límite su propia medida. Al contemplar los muros de Arezzo, incluso las obras más antiguas de Piero, el Bautismo y la Flagelación, adquieren una métrica más profunda. En cuanto al tema de sus obras, no existe si no como tema de Piero, ámbitos cortesanos de los antiguos, hombres y países, en los que el eterno ritual de la vida se desarrolló con la tranquila certeza de las cosas que con la humanidad nacieron y perduran.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Gian Lorenzo Bernini

Gian Lorenzo Bernini

Fue uno de los artistas más sobresalientes del barroco italiano. Su actividad artística no se reduce a la escultura, también fue un gran arquitecto, pintor, dibujante y escenógrafo; concibió espectáculos de fuegos artificiales, realizó monumentos funerarios y fue autor teatral. Su arte es la quintaesencia de la energía y solidez del barroco en su apogeo. En la escultura, su gran habilidad para plasmar las texturas de la piel o de los ropajes, así como su capacidad para reflejar la emoción y el movimiento, eran asombrosas. Bernini introdujo cambios en algunas manifestaciones escultóricas como los bustos, las fuentes y las tumbas. Su influencia fue enorme durante los siglos XVII y XVIII, y puede comprobarse en la obra de maestros como Pierre Puget, Pietro Bracci y Andreas Schlüter. Toda su vida la dedicó al trabajo y su trayectoria se caracteriza por el gran número de proyectos que emprendió. Desarrolló su carrera casi por completo en Roma, aunque había nacido en Nápoles el 7 de diciembre de 1598. Su padre, Pietro Bernini, un escultor de talento del manierismo tardío, fue su primer maestro. Sin embargo, pronto el hijo superó al padre, según señalan las principales fuentes de información sobre Bernini: la biografía de Filippo Baldinucci (1682) y la de su hijo Domenico Bernini (1713). Muchas de sus primeras esculturas estaban inspiradas en el arte helenístico. 

El David de Miguel Ángel

                                            El David de Miguel Ángel (El gigante de Florencia)
El David de Miquel AngeloEl David de Miguel Ángel, mide 4,10 metros de altura que personifica los principales rasgos del humanismo renacentista italiano. Extraído de un bloque de mármol estropeado, Miguel Ángel consiguió, con solo 26 años, tallar de una pieza a este joven desafiante. Para entender la importancia de esta obra, debemos fijarnos principalmente en dos elementos: sus proporciones y características plásticas, y su simbología.
En primer lugar, apreciamos su mano izquierda en la honda, que cae sobre el hombro, mientras el brazo derecho pende en vertical junto al cuerpo.
La cabeza también gira a la izquierda y nos ofrece su perfil. Todo su cuerpo trasmite tensión, pero sin gestos violentos. Este estado de energía contenida, en un cuerpo idealizado de belleza y fuerza sobrehumanas, y en una escala propia de héroes, es característico de la escultura de Miguel Ángel.
 La “acción en reposo”, como lo denominan los especialistas, es esencial en la obra de este genio; la mirada de las figuras exterioriza esta intención de actuar, como muy bien se aprecia en el David. Su gesto, posición y actitud sugieren una fuerza concentrada con el objetivo de atacar a un rival (Goliath) que no vemos pero que conocemos e intuimos. Por otra parte, esta figura simboliza, además de las virtudes físicas masculinas, las virtudes morales, y no sólo del hombre, sino de la sociedad republicana de Florencia. Su fortaleza, la cólera limitada y valentía encarnan las virtudes cívicas florentinas y el poder de las familias más influyentes de esta ciudad-estado. La autoridad de su presencia, además de su perfección formal y todo lo que representaba dentro de la Florencia renacentista, hizo que mereciera ser situada en un lugar visible y de categoría en la ciudad. Finalmente, aunque fue encargada para la fachada de la catedral de Florencia, se instaló frente a la casa del Gobierno, en la Plaza de la Signoria. De este modo, se convertía en símbolo de la República. Actualmente, se puede contemplar en la Galería de la Academia de Florencia (desde 1873), conservándose una copia en su emplazamiento original.            

Miguel Ángel

Miguel Ángel



Nació en Caprese, cerca de Arezzo, el 6 de marzo de 1475, a las pocas semanas de su alumbramiento, la familia se trasladó a Florencia, fue confiado a una nodriza, hija y esposa de canteros, del cercano pueblo de Settignano, allí entre piedras pasó Miguel Angel sus primeros años, y de allí arranca su temprana vocación que le conducirá al taller de Ghirlandaio, el 1 de abril de 1488, después de vencer la enconada resistencia del padre. Un año después Lorenzo el Magnífico lo incorpora a la recién fundada Academia florentina y duerme en el palacio, en la Via Larga, junto a la habitación de Bertolo di Giovanni, discípulo de Donatello.
 El 25 de junio de 1496 se traslada a Roma, es durante esa época cuando esculpe la "Piedad" única obra firmada por el divino artista, allí trabajó para el papa Julio II que le encargó realizar una tumba digna del genio conquistador del pontífice, el escultor se enfrascó en su tarea, de la cual no tardaría en ser apartado, quizás, dice la leyenda, por la envidia de Bramante, el arquitecto de San Pedro. A Miguel Angel se le encarga la decoración de la Capilla Sixtina. Frustado, accede, no sin reticencias, y descarga su ira en las escultóricas formas. Se tiende cuan largo es encima de los andamios, en absoluta soledad y sin poder contemplar el efecto final de sus pinceles. Las pinturas manchan sus ojos y su cuello se resiente de la tensión. Durante un año pudo gozar el papa de la obra que estimuló a fuerza de gritos, arrebatos de ira, golpes y delaciones en los pagos. Moría al año siguiente, reavivando en Miguel Angel la esperanza de proseguir la tumba encomendada. León X, el nuevo papa, le encarga la tumba de los Médicis en la Sacristía Nueva de San Lorenzo. Pero el pontífice muere en 1521 y su sucesor, Adriano VI, el bárbaro venido de los Países Bajos, cardenal de Tortosa preceptor de Carlos V, absolutamente impermeable ante la belleza, no está para pagar esculturas. En 1534 es nombrado papa Paulo III, el papa de Trento, el nuevo pontífice le encarga a Miguel Angel la decoración del testero principal de la Capilla Sixtina con el tema apocalíptico del Juicio Final

El Juicio Final

                                                               El Juicio Final

 El Juicio Final es el mural realizado al fresco por Miguel Ángel para decorar el ábside de la Capilla Sixtina (Ciudad del Vaticano, Roma). Miguel Ángel empezó a pintarlo 25 años después de acabar de pintar la bóveda de la capilla.Entre abril de 1535 y octubre de 1541 Miguel Angel realiza una de sus obras maestras: el Juicio Final de la Capilla Sixtina. El fresco es de enormes dimensiones e incluye casi 400 figuras de las que se han identificado aproximadamente 50. La zona superior de la composición, más de la mitad de la pared, está ocupada por el mundo celestial, presidido por Cristo como juez, en el centro de la escena, inicialmente desnudo y en una postura escorzada, levantando el brazo derecho en señal de impartir justicia y cierto temor a los resucitados. A su lado, la Virgen María, rodeadas ambas figuras por un conjunto de santos, apóstoles y patriarcas que constituyen el primer grupo circular. A ambos lados de este grupo central diferentes mártires, vírgenes, bienaventurados y Confesores de la Iglesia forman una segunda corona. En los lunetos superiores aparecen dos grupos de ángeles que portan los símbolos de la Pasión: la corona de espinas, la cruz y la columna, ofreciendo las más variadas posturas y reforzando la sensación general de movimiento. A los pies de Cristo se sitúan dos santos que ocupan un lugar privilegiado: San Lorenzo, que porta la parrilla de su martirio, y San Bartolomé, con una piel que alude a su muerte, apreciándose en su rostro un autorretrato del pintor. En la zona intermedia podemos encontrar tres grupos; en la izquierda, los juzgados que ascienden al Cielo mientras que en la parte contraria se ubican los condenados que caen al Infierno, ocupando los ángeles trompeteros el centro para despertar a los muertos de la zona inferior, que se desarrolla en el espacio izquierdo de este último tramo. En la zona inferior derecha hallamos el traslado de los muertos en la barca de Caronte ante el juez infernal Minos -la figura de la esquina con serpientes enrolladas alrededor de su cuerpo- y la boca de Leviatán. La escena se desarrolla sin ninguna referencia arquitectónica ni elemento de referencia, emergiendo las figuras de un azulado cielo donde flotan con una energía y seguridad difícilmente igualables.